Lis estaba que trinaba. ¡Quería cargarse a esa zorra! ¡Estaba tirándose a Dimitri delante de sus narices! No piensa soltarla.
Y justo cuando tenía a la rubia agarrada por aquella impresionante melena y posicionada de tal manera que podía partirle la boca, Dimitri se abalanzó sobre ellas, puso cada una de sus manos en los pechos de ellas para separarlas y luego le pasó los brazos por debajo de las axilas a Lis para que no siguiera pegando a la rubia.
-¡Suéltame de una vez maldito imbécil! – le espetó Lis mientras se movía intentando zafarse del abrazo de Dimitri.
-No lo pienso hacer hasta que te tranquilices.
-¡Pues quita a este zorrón de mi vista! ¡Guarra! – Lis estaba roja de la rabia.
-Yolanda sal de aquí de una puta vez. ¡Largo! – le chilló Dimitri.
La rubia se puso bien la minifalda, la camiseta y se largó lo más rápido que pudo.
Dimitri aflojó la presión con la que agarraba a Lis y la soltó.
Ella se le quedo mirando con una expresión furiosa pero que a la vez dejaba entrever un atisbo de tristeza. Empezó a chillarle y a intentar pegarle. Dimitri agarro a Lis de las muñecas y le dijo en tono cortante:
-Haz el favor de callarte de una vez – Lis le miraba con cara de estupefacción. ¡No podía ser verdad lo que estaba escuchando! – si mal no recuerdo me has dicho que no eras de mi posesión así que soy libre de hacer lo que quiera y con quien quiera.
Lis, anonadada y dolida pasó por delante de Dimitri y sin dirigirle ni una mirada salió del baño, le dijo a sus amigas que se marchaba a casa y se fue calle arriba corriendo como una loca teniendo como único compañero el monótono ruido de sus tacones al chocar contra el frió pavimento.
Cuando por fin llegó a su casa se quitó los zapatos – le dolían los pies horrores – y se cambió de ropa para meterse en la cama lo antes posible.
Quería notar el calor de su cama, la seguridad que le deba tener las sábanas rodeando todo su cuerpo y sentir que estaba en una burbuja que la protegía de todo, que nada podía penetrar en ella. Estaba agotada. En esa noche había pasado muchas cosas intensas y sólo quería dormir.
Poco a poco sus párpados se fueron cerrando y Lis se sumió en un sueño relajado y tranquilo del que no tardaría en despertar.
Todos los sueños se convierten en pesadillas.
Fin del capítulo 27
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